martes, septiembre 27, 2005

La Vida Social y las Cartas

La mayoría de las personas tenemos un lado oculto, que no solemos mostrar en nuestra vida cotidiana. Nos comportamos de una forma un tanto superficial. Seguramente tendrá una explicación psicológica, aunque de cierta forma, es predecible. Siempre tenemos, dentro de nosotros mismos, el temor a no ser comprendidos, a ser rechazados. También es una forma natural de proteger nuestro lado sensible, nuestros sentimientos.

Aunque con la mayoría de las personas seamos frías y distantes, no siempre es así. Necesitamos expresar lo que sentimos, mostrarnos tal y como somos; por eso necesitamos buenas amistades. Las que nos aceptan, nos comprenden y nos ayudan...

Entonces aquí viene la cuestión. ¿Qué hace que dos personas congenien y terminen siendo buenos amigos? No es algo sencillo. Esa superficialidad que nos protege, al mismo tiempo, complica que surja una amistad.

La vida social es como jugar a las cartas. Cada uno de nosotros tiene unas cartas que va mostrando a medida que se va conociendo a la persona. De la misma forma que no podemos mostrarnos tal y como somos a los cinco minutos (¡eso seguramente espantaría a cualquiera!), no enseñamos todas las cartas en la primera jugada.

La estrategia es ir mostrando carta por carta, tratando de ganar cada mano, pero siempre guardando los ases para el final. Puede que, sin ver todas las cartas, no nos interese seguir jugando.

En la vida, como en los juegos de azar, a veces es preciso arriesgar. En ocasiones se gana. En otras, se pierde. Es el precio a pagar para tener opción al premio. Sin embargo, es posible que lo ganado una vez compense lo perdido en las próximas cien veces.

La clave del éxito social es saber usar las cualidades propias con la misma habilidad que la que permite a un jugador de cartas ganar su partida. Por eso, se asemeja bastante a un juego. El juego social.

¡No sé qué me pasa hoy! Estoy realmente filosófico. ¿Será malo? xD

jueves, septiembre 22, 2005

El valor de las cosas

Muchas veces he pensado en ello. ¿Cómo valoráis vosotros las cosas que os suceden en vuestra vida? Por ejemplo, supongamos que estudiamos mucho para un examen. Tenemos mala suerte, y lo suspendemos.

Es posible que el aprobado dependiese de unas cuantas décimas. Sin embargo, el valor que nosotros le damos a ese resultado varía enormemente. De una alegría tremenda, a una tristeza súbita.

Aunque el ejemplo es bastante simple, se puede extrapolar en muchos ámbitos. ¿No coincidís conmigo en que eso es algo equivocado? Estamos valorándonos incorrectamente. Lo que debemos hacer es valorar el esfuerzo que nos ha permitido llegar hasta aquí.

Muchas veces, las personas nos aventuramos en quimeras sin razón alguna. Y digo yo; ¿por qué condicionar nuestra felicidad? ¿Acaso no podemos ser felices ahora mismo (yo, mientras escribo, tú mientras lees)?

Cuando me preguntan si estoy contento por mis notas de la Facultad, yo, con una sonrisa en los labios respondo: "Mi felicidad no depende de mis notas". La felicidad que yo ansío es la misma que buscáis vosotros: amor y cariño para vuestros amigos, vuestros familiares. Como personas que somos, ahí es donde tenemos la posibilidad de encontrar la felicidad absoluta.

Cosas tan sencillas como recibir a una persona con una sonrisa. Encontrártela en tu camino y preguntarle: ¿Qué tal estás? Contarle el último chiste que has escuchado. Encerrarse en un cuarto a estudiar todo el día, agobiarse con las notas... crean malhumor y estrés. ¡Y estoy seguro de que hasta es malo para la salud!

Queda dicho. No nos engañemos. Trabajemos duro y... busquemos la felicidad en las personas que comparten nuestro día a día. No persigamos quimeras inútiles y sin sentido.

miércoles, septiembre 14, 2005

Viaje Musical: De Irlanda a América

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de escuchar un disco de uno de mis artistas preferidos, James Galway (izquierda). De origen irlandés, se trata de uno de los flautistas de mayor proyección internacional. Colaboró en la banda sonora de El Retorno del Rey, aunque también ha interpretado obras de Vivaldi y de Mozart. Incluso tiene un par de discos grabados conjuntamente con el grupo The Chieftains.

El disco se titula Winter's Crossing, y en su conjunto narra el viaje de un hombre y una mujer, desde el Norte de Irlanda hasta América. Un viaje lleno de ilusión y de esperanzas, en el que tendrán que enfrentarse a un mar violento y hostil.

El compositor de la obra es Phil Coulter (derecha). Pianista, también se encarga de acompañar la flauta de Galway durante la grabación. El disco destaca por su sencillez, pero no por ello está carente de hermosura y, en muchos instantes, de una gran profundidad.

Si tuviera que describir las melodías con palabras, se me ocurriría compararlas con las estrofas de una poesía. Los versos muchas veces esconden tras su sencillez sentimientos extraordinariamente complejos y profundos, por lo que no sería complicado que pasasen inadvertidos ante unos ojos poco observadores.

Me dejé llevar por la nostalgia de mis años de conservatorio, y decidí comprar la partitura. Anoté la referencia en un papel, para encargarla después del examen de Estructura de Computadores 2. Pero como el examen duró cuatro horas, tuve que esperar al día siguiente.

Intentaré convencer a alguno de mis ex-compañeros pianistas, a ver si se animan. Ya os contaré qué tal ha ido mi experiencia.

sábado, septiembre 10, 2005

Empezando la casa por el tejado

Dicen que no es bueno olvidar las raíces de uno. Y yo, desde luego, no iba a ser menos. Así que, con el permiso de todos los presentes, le doy título a mi pequeño diario, con un pequeño guiño a mi Galicia natal.

Si alguien anda un poco perdido y no sabe sobre qué va la historia, ¡que pregunte! Que para eso estamos... ;)

De momento, ya he pasado mi primer apuro. Sigo los pasos para crear el blog, y llega el instante decisivo. ¿Qué título le pongo? Aaaaaaps, eso normalmente es lo último que se hace, ¿no? Primero es la obra, luego el título...

...es como empezar la casa por el tejado, ¿no creéis? A mí la cosa me parece bastante complicadilla. Por si fuese poco, la gente que me conoce sabe que me cuesta mucho elegir. Prefiero que escojan los demás. Así, si la cosa sale mal, siempre me puedo zafar y echarle la culpa a otro. ;)

Espero que no pase por aquí mi profesor de Lengua del instituto. Porque el título que he escogido... parece que no posee entre sus cualidades el ser ortográficamente correcto. ¿No creéis?

¿Sabéis cuál es la conclusión de todo ésto?

Pues eso mismo. Lo habéis adivinado. Que ¡haberlas, haylas!